miércoles, 30 de junio de 2010

3° informe de lectura


Capítulo: El Maestro de los Maestros
La Educación, pág.69-91
El Maestro enviado de Dios: Cristo Jesús es el maestro enviado de Dios. En él, el cielo nos dio lo más grande que tenía. Él fue el maestro de todos los grandes hombres de la Biblia. Cristo vino al mundo para revelar el ideal que Dios tiene para nosotros. Sus calificativos son: Maravilloso, Consejero, Poderoso Dios, Padre del siglo eterno, Príncipe de paz. Él fue enviado para responder a la mayor necesidad del hombre, cuando el hombre estaba en tinieblas aparece Jesús, la luz del mundo.
En ese entonces el mundo amaba más las tinieblas que la luz, en los sistemas de educación de la época predominaba la filosofía humana en sustitución de Dios, la apariencia reemplazaba a la realidad, algo como lo que sucede hoy. Las tradiciones y especulaciones adormecían el alma y la mente del ser humano, el culto era una rutina sin Dios.
Las personas se hartaron de ese sistema vacío y estaban deseosos de algo más, sin embargo llegaron a la incredulidad y al materialismo. ¿No se parece a la razón por la cual el hombre se ha alejado tanto de Dios hoy? Excluyendo la eternidad sólo vivían para el presente.
En una sociedad tal, el poder, la riqueza, la comodidad, el mayor bien personal y los placeres, era todo lo que el hombre ambicionaba tener. Los que tenían los recursos, se daban esos gustos, y los pobres eran considerados como bestias de carga. Con semejante vida, hicieron desaparecer a Dios de sus vidas y de sus mentes.
Restaurar el conocimiento de Dios, era la única solución para restaurar a la humanidad corrupta. Cristo vino p0ara restaurar ese conocimiento. Vino para poner a un lado la enseñanza falsa y desfigurada por los que decían conocerle. Vino a restaurar la ley, a revelar la verdadera belleza de su carácter. Cristo vino al mundo con todo el amor acumulado desde la eternidad, sacando las cosas gravosas y pesadas de la ley y demostrando que esa ley es una ley de amor. Demostró que la obediencia a sus principios era igual a felicidad y a una estructura fuerte de la sociedad.
Cristo, como el Maestro de los maestros posee una perfecta comprensión del alma humana. Además, él enseñaba con el ejemplo. Sus palabras no eran solo expresiones sino que eran parte de su propio carácter. No sólo enseñó la verdad, él era la verdad, eso le dio poder a su enseñanza. El vino a salvar del mal a toda la humanidad.
Cristo podría haber revelado y resuelto misterios que todavía estaríamos estudiando y tratando de resolver, pero “no se ocupó de teorías abstractas, sino de lo que es indispensable para el desarrollo del carácter; de lo que ampliará la actitud del hombre para conocer a Dios y aumentará su poder para hacer el bien.” Les enseñó a contemplar a Dios, en vez de estudiarlo, puso sus mentes en contacto con la mente de Dios. Su campo de trabajo, y su objetivo abarcaba a toda la humanidad, para él nada carecía de propósito, no hacía nada solo por hacer, todo era un medio para alcanzar un fin: La elevación de la humanidad.
“En el Maestro enviado de Dios halla su centro toda verdadera obra educativa.” Con semejante maestro y con semejante enseñanza, es una necedad buscar una educación fuera de él. Es como apartarse del manantial de agua de vida y cavar cisternas rotas. Él sigue invitando a todos los hombres a que beban de su fuente, que es una fuente de agua viva.

2° informe de lectura

Libro: Mente, Carácter y personalidad, 1990
Autora: Elena G. de White
Capítulo 38: “Equilibrio en la educación”

La educación es una obra cuyos efectos tienen alcance hasta la eternidad. El propósito de esta es restaurar la imagen de Dios en el alma. Cuando Dios creó al hombre, lo hizo a su imagen y semejanza. Lo dotó de cualidades nobles, con una mente equilibrada. Todas las facultades de su ser eran armoniosas. Pero la caída y sus resultados pervirtieron esos dones. A causa del pecado, la imagen divina en el hombre cas se perdió y uno de los objetivos del plan de redención fue restaurar esa imagen. Hacerle volver a la perfección original en la que fue creado es el gran objeto de la vida. Es obra de padres y maestros, en la educación de la juventud, cooperar con el propósito divino.
Todas las distintas capacidades que Dios ha dado al hombre son para que las dedique a alcanzar el más alto grado de excelencia posible. Estas deben emplearse para su gloria y para servir a nuestros semejantes.
La verdadera educación es más que un cúmulo de estudios. Es más abarcante. Incluye el desarrollo armonioso de todas las facultades mentales y físicas.
Debemos enseñar a los jóvenes la importancia de cultivar las facultades físicas mentales y morales para que puedan alcanzar los mas elevados logros de las ciencias y a través del conocimiento de Dios puedan glorificarlo; y de esa forma prepararlos para ser útiles en este mundo y la vida inmortal. Las escuelas establecidas entre nosotros son de grave responsabilidad porque están involucrados intereses importantes.
Cada ser humano está dotado de una facultad semejante al creador: la individualidad, la facultad de pensar y hacer. Esta facultad consiste en educar a los jóvenes para que sean pensadores y no meros reflectores de los pensamientos de otros hombres. Deben ser investigadores por si mismos y no restringir su estudio a lo que los hombres han dicho o escrito.
Los alumnos no solo deben tener el conocimiento de los libros, sino también el del trabajo práctico. Solo así podrán decir que tienen una educación simétrica. La educación no consiste en usar únicamente el cerebro ya que el trabajo físico es parte esencial en la educación de todo joven. Es necesario que se complementen estas dos para que exista un equilibrio, porque cuando no se ejercitan las capacidades físicas, se fuerzan mucho las facultades mentales.




1° informe de lectura




UNIVERSIDAD DE NAVOJOA
Ciencias de la Educación
Lengua y Literatura Española
Trabajo presentado en cumplimiento de la materia:
Sistemas educativos
Informes de lecturas
Catedrático: julio césar Galindo Pérez.
Alumna: Ana Laura López Angulo.
Fecha: 30 de Junio, 2010

Capítulo 7: “ El Modelo Celestial”
La Educación Cristiana, 1975. Pág. 61-64


Nos estamos acercando rápidamente a la crisis final dela historia de este mundo, y es importante que comprendamos que las ventajas educativas ofrecidas por nuestras escuelas son diferentes de las ofrecidas por las escuelas del mundo. Tampoco hemos de seguir la rutina de las escuelas mundanas. La instrucción impartida en las escuelas adventistas ha de ser tal que induzca a practicar la verdadera humildad.
Nosotros los maestros necesitamos comprender la obra que ha de hacerse en estos últimos días. Nuestra obra educativa debe llevar siempre el sello de lo celestial y revelar así cuánto supera la instrucción divina al saber del mundo. Algunos pueden considerar imposible esta obra de transformación completa. Pero si lo fuera no se destinarían tantos recursos para su realización.
Nuestro conocimiento de lo que significa la verdadera educación debe inducirnos a buscar siempre la estricta pureza de carácter. Deben aprenderse y practicarse los principios del cielo; debe grabarse en la mente de todo estudiante la superioridad de la vida futura con respecto a esta vida. Los maestros que no introducen esto en su obra educativa, no tienen parte en la gran obra de desarrollar un carácter que pueda ser aprobado por Dios.
Deben emplearse maestros que den un molde celestial al carácter de los jóvenes. La obra más importante en nuestras instituciones educativas en este tiempo consiste en presentar ante el mundo un ejemplo que honre a Dios. Cuanto más sea reconocido Cristo como cabeza de todas nuestras fuerzas de trabajo, tanto más cabalmente quedarán nuestras instituciones limpias de toda práctica común y mundana. Cuando maestros y alumnos procuren cumplir la voluntad de Dios en la tierra, Cristo modelará y amoldará los caracteres de acuerdo con el orden divino: y estudiantes y maestros, comprendiendo que se están preparando para la escuela superior de los atrios celestiales, pondrán a un lado muchas cosas que ahora consideran necesarias, y magnificarán y seguirán los métodos de Cristo.
Es privilegio de los preceptores y maestros de nuestras escuelas revelar en todo su trabajo la dirección del espíritu de Dios. El señor exige integridad tanto en los asuntos más pequeños como en los mayores. Los que sean aceptados al fin como miembros del tribunal celestial, serán hombres y mujeres que aquí en la tierra procuraron llevar a cabo la voluntad de Dios en todo detalle y procuraron poner el sello del cielo sobre sus labores terrenales.
Así como Dios dio a Moisés instrucciones precisas acerca de la edificación del tabernáculo e incluso de quien debía realizar tal obra; también dejó indicaciones para nosotros sobre cómo debemos conducirnos en nuestra vida. A fin de que el tabernáculo terrenal pudiera representar al celestial, debía ser perfecto en todas sus partes, como el modelo de los cielos. Así también ha de suceder con el carácter de los que reinarán con Cristo.