jueves, 8 de julio de 2010

8° informe de lectura

“Maestros debidamente preparados”
Conducción del niño, página: 59-66, Elena G. de White.

El primer maestro del niño es la madre. En las manos de esta se concentra en gran parte su educación durante el período de mayor sensibilidad y más rápido desarrollo. A ella se da en primer lugar la oportunidad de amoldar su carácter para bien o para mal.
Aquellos a quienes se confía el cuidado del niñito ignoran a menudo sus necesidades físicas; poco saben de las leyes de la salud o los principios del desarrollo. Tampoco están mejor preparados para atender su crecimiento mental y espiritual. Pueden poseer cualidades para actuar en los negocios o brillar en sociedad; pueden haber hecho progresos en la literatura y en la ciencia; pero poco saben de la educación de un niño.
La educación nunca llevará a cabo lo que podría y debiera efectuar, hasta que se reconozca plenamente la obra de los padres y éstos reciban una preparación para desempeñar sus sagradas responsabilidades. Bien podrían preguntar los padres : “Y para estas cosas, ¿quién es suficiente?” Sólo Dios es su suficiencia, y si lo dejan fuera del problema, y no buscan su ayuda y su consejo, su tarea es desesperanzada. A veces el corazón puede estar listo para desfallecer; pero una clara comprensión de los peligros que amenazan la felicidad presente y futura de sus amados debería inducir a cada padre cristiano a buscar más fervientemente la ayuda de la fuente de la fortaleza y la sabiduría. Los padres no tienen excusa por no comprender claramente la voluntad de Dios para obedecer las leyes de su reino. Solo así pueden conducir a sus hijos al cielo.
La comprensión de la voluntad de Dios debe convertirse en el tema de la obra de toda nuestra vida. Únicamente en la medida que hagamos esto lograremos educar correctamente a nuestros hijos.
La obra de los padres es una obra importante y solemne, los deberes que les conciernen son grandiosos, pero si estudian la palabra de Dios cuidadosamente, encontrarán en ella abundantes instrucciones y muchas promesas preciosas hechas para ellos a condición de que cumplan su tarea fielmente y con eficacia. Cuando la voluntad y los caminos de Dios llegan a ser la voluntad y los caminos de los padres adventistas, sus hijos crecerán para amar, honrar y obedecer e Dios.” Entonces, padres, escudriñad las escrituras. No seáis solo oidores; sed hacedores de la palabra. Cumplid la norma de Dios en la educación de vuestros hijos.”
La madre debería sentir su necesidad de la dirección del Espíritu Santo, para que ella misma tenga una experiencia genuina al someterse a los caminos y la voluntad del señor. Es de la mayor importancia que pongan los atributos de Cristo en su propia vida y carácter, y que eduquen y formen a sus hijos con esfuerzos perseverantes para que sean obedientes a los mandamientos de Dios.
Por la oración pueden adquirir una experiencia que dará perfecto éxito a su ministerio a favor de sus hijos.

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